P,- ¿No le parece que los gurús tienen mucha culpa de
eso? Los líderes de hoy no hacen pedagogía con la necesidad de hablar claro.
R,- Vivimos tiempos en los que todo el mundo rechaza
ser responsable hasta de las cuestiones más intestinas. Los obesos le echan la
culpa de su plétora a la industria alimentaria, los fumadores con EPOC a las
tabaqueras y los domingueros metidos a escaladores recriminan a los servicios
de emergencia su demora en acudir al rescate con un helicóptero pagado por
todos. La época de remonte del Franquismo y aterrizaje en el Estado de
bienestar dio a la luz una sociedad alimentada por mensajes acogedores en un
mundo de color rosa en el que sólo existían derechos: derecho a tener banda
ancha en casa, a ir de vacaciones a la costa, a aislarse del estrés en los
balnearios. Y todo sin tener en cuenta lo que se aportaba a cambio. Pero el
fracaso de un sistema de crecimiento basado en la especulación comportó una
revisión de las categorías y de los conceptos: la diferencia entre lo
prescindible y lo esencial, lo inaplazable y lo inútil... El desprecio de la
excelencia es una constante de nuestro Sistema. No quiero decir que no tengan
sitio los que no consiguen cotas altas de brillantez en su ejercicio
profesional. Estoy hablando del mundo de las intenciones, de los ideales, en el
que cuenta más el ansia por progresar que la instalación en un status cómodo.
Los que Usted llama gurús no tienen, tampoco, un
comportamiento monolítico. Cierto es que la mayor parte de la "nueva
intelectualidad" vive más atenta a no perder la posición estable que le
otorga la estudiada estética del inconformismo calculado. Su libertad está condicionada
por elementos tan recurrentes a lo largo de la Historia como el bienestar
material, la seguridad, la satisfacción de la vanidad. No son muy diferentes de
lo que la sociedad aguarda de ellos.
Frente a esto, yo reivindico la necesidad de interpretar
la realidad haciendo que atraviese el filtro del juicio crítico. Porque toda la
información que se nos ofrece, desde los aportes en apariencia hechos con
espíritu notarial hasta las recreaciones, literarias, de la realidad, responden
a un plan preconcebido para intervenir en nuestra conformación de la opinión.
Yo reformulo la necesidad de reinterpretar el corpus de información desde una
posición de perspectiva espacio temporal hasta llegar a ser capaces de
caricaturizar la realidad. Es a base de mi teoría filosófica, que los críticos
dieron en llamar "Racionalismo esperpéntico", y que no consiste sino en
resaltar lo fundamental del desempeño funcional y mental del individuo como ser
social, despreciando todo el accesorio.
Mi trabajo como analista del pensamiento individual y
del colectivo es semejante al de los caricaturistas que con dos rasgos llegan a
representar a sus modelos de manera más inequívoca que los maestros del
Realismo.
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