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miércoles, 15 de abril de 2015

A CIUDADANOS LE IMPORTA TRES COJONES GALICIA

Los catalanes ya tienen a todas sus ciudades conectadas. Y también la Costa Brava, de modo que es un buen momento para recoger la simpatía del electorado allende Pedrafita llamando al ahorro en algo prescindible. ¿Prescindible?
Bruselas ya cursado una directiva en la que ordena la implementación de presupuestos para impulsar la eurorregión Galicia-Norte de Portugal, en cuyo proceso es clave la comunicación mediante la alta velocidad entre Oporto y Vigo, para así completar todo el eje Atlántico. Porque, si importante es el tráfico de personas ¿qué decir de la llegada del tren de alta velocidad a los grandes centros de producción y a los puertos exteriores? Esto permitirá el aprovechamiento y consolidación de recursos estratégicos punteros: madera, biomasa, automoción, construcción de aerogeneradores y plataformas maremotrices, piedra, refino… Y, con ello, la convergencia más pronto que tarde de la eurorregión con la Europa de la primera velocidad.
Pero, claro, nada de esto le interesa a Albert Rivera cuando en clave interna y con ese discurso que cala en el resto del Estado habla del sinsentido de invertir en Galicia. Sin embargo, ni una alusión a la estación de Tarragona, a 11 km de la ciudad, lo que inclina a los usuarios a utilizar el tren convencional. Ni del despropósito de una segunda estación en Barcelona, ni del aeropuerto de Alguaire, concebido para atraer turistas a las estaciones de esquí catalanas y que opera bajo mínimos. Tampoco dice nada de la línea Girona-Figueres, sin apenas demanda aunque la palma de la infrautilización se la llevan no las ya abiertas en Galicia, de las más rentables, sino las de Huesca, Ciudad Real, Cuenca, Valladolid, Guadalajara, Albacete, etcétera. Lo que es grave es la inversión en estaciones sobredimensionadas, como la de Utiel-Requena (12,4 millones de coste para un total de 21 pasajeros/día) o la de Antequera (12 millones de euros y 90 pasajeros/día). La terminal de Tardienta (Huesca) registra un tráfico de un pasajero al día. Pero, ¿quiere esto decir que debamos suprimir el ave a Huesca o a Albacete? Antes de eliminar trazados se impondría suprimir duplicidades de estaciones, porque el tren cumple un papel importante en el replanteamiento del país que queremos en el futuro. Se trata de ir poniendo tierra de por medio con un modelo basado en la especulación que sobreexplotaba el suelo en las zonas costeras y en las grandes ciudades para, por el contrario, girar hacia una sociedad donde el rural recobre protagonismo, modernizado y vertebrado con lo urbano. Además, el trazado del ave pondrá a disposición grandes espacios bien comunicados con los nudos, facilitando la radicación de oportunidades para producciones estratégicas basadas en I+D+I, con los puertos, con las zonas francas. ¿De qué sirve el aparato burocrático del Estado si detrás nadie toma decisiones a favor de la creación de bancos de tierras y la incentivación de condiciones favorables para el emprendimiento y el asociacionismo? El Partido Popular, neoliberal y pasivo, presume de que sus políticas activas están detrás del milagro de la creación de empleos. Pero ¿de qué políticas hablan? ¡Si en realidad son los emprendedores privados abandonados a su suerte y sin crédito quienes, contra los escollos burocráticos, están generando su propio empleo con una imaginación aguzada por la necesidad. Si acaso a la administración prescindible hay que recordarle que inactúa en su deber de elemento regulador, permitiendo el abuso de posición dominante de los grandes distribuidores de la alimentación, que pagan a los ganaderos gallegos precios muy por debajo del coste de producción. Cuanta más leche entregan más se arruinan. Pero a los dueños de Carrefour, que reciben elogios de las autoridades por promover la carrera de la salud en el contexto amable del burgo les importa tres cojones que familias enteras tengan que cerrar sus explotaciones, pierdan sus propiedades y se vean en la necesidad de vivir con su prole de la beneficencia. 60.000 explotaciones han cerrado en la última década. Albert Rivera dirige un partido de ámbito estatal pero, desde su chusco modo de percibir las dimensiones, Galicia queda fuera. Sólo cuenta para ir a comer ricos productos y para soltar el lastre del estrés en sus paisajes, cuanto más aislados mejor. En su concepción de Estado el mensaje de lo que cumple hacer beneficia a las comunidades visibles, bien por razón de su número de votantes bien por su presencia en los medios. ¡Claro! El no había nacido cuando se creó Galeuzca. Yo tampoco había nacido cuando Roma ardió, pero sé quién es Nerón. Catalanes, gallegos y vascos unidos en una entidad cultural, nacionalista, periférica, incluyente y solidaria frente a la práctica totalitaria y ninguneadora del rodillo centralista.
El egoísmo de la derecha burguesa del partido de Durán i Lleida rompió ese principio solidario en el seno de la necesaria divergencia. Ciudadanos acaba de profundizar en esa brecha, y lo hace añadiendo algún ingrediente bien calculado: ya no se trata de privilegiar el eje Mediterráneo y olvidar el Atlántico. Ahora el mensaje va dirigido a todas las comunidades que no son el Finis terrae: ahorrar en Galicia es invertir en Extremadura, en Aragón, en las Castillas y también en Cataluña. Esa ocurrencia viene de un partido que se denomina “Ciudadanos”; bien entendido, ciudadanos de primera y ciudadanos de segunda. Los gallegos somos de estos últimos para Rivera. Le pagaremos su consideración como se merece en las urnas.






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