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martes, 14 de julio de 2015

La importancia de los símbolos

Dice el alcalde “popular” de Ourense que decir “arriba España” está en la misma línea que decir “arriba Galicia”. Se nos antojan dos posibilidades para explicar esta aseveración en boca de un representante de la ciudadanía destacado. Una, el desconocimiento de la simbología franquista. Dos, la intención de tomar a la mayor parte de la población por gilipollas, indocumentada o analfabeta funcional. La primera posibilidad queda descartada por el propio Jesús Vázquez cuando alude a lo retorcida que puede llegar a ser la gente cuando fuerza la relación del término arriba con su uso en otro tiempo. Él sabe pues del origen y de la instrumentación del slogan.
La otra justificación, la que tiene que ver con la escasa imagen que de nuestra cultura parece tener el señor Vázquez es más preocupante. No sólo por lo que encierra de falta de respeto y consideración viniendo de un cargo público electo, sino y sobre todo porque proyecta una idea de perseverancia en el sectarismo ideológico incluso más allá de los límites constitucionales. No es algo nuevo. Está en la línea, aun salvando la diferencia de intensidad, de las declaraciones del alcalde de Baralla acerca de que los rojos fusilados algo habrían hecho, o aquellas exhortaciones de otro alcalde, también popular, de un pueblo catalán llamando a sacar las armas contra la izquierda, y un largo etcétera de personajes mesiánicos que parecen no haber percibido que las palabras están cargadas de significado y más tarde o más temprano hay que responder de ellas.
En discursos y arengas de dirigentes franquistas, al grito de “España” los prosélitos coreaban: “Una”, “grande”, “libre”, afirmando la fidelidad a un modelo de patria imperial, practicante de un nacionalismo excluyente, centralista de Madrid, frente a cualquier tentación federalista y contra la influencia extrajera. El orador remataba entonces el discurso jaleando a la militancia, a la concurrencia con su “Arriba España”, replicado también a coro, para acabar con soflamas y vítores a José Antonio y a Franco.
Cuando todavía no ha sido restituida la dignidad de los fusilados por defender el resultado de las elecciones democráticas del 36, cuando perviven en ciudades y pueblos de todo el país placas y estatuas en homenaje a golpistas y responsables en la dirección del genocidio, toca un poco la moral que sobreviva impune el discurso de quienes quieren presentar con derecho a convivir con la democracia y la convivencia pacífica símbolos de la barbarie y el cainismo alimentado por una oligarquía con el ejército a su servicio.
Es bueno que la Ley de memoria Histórica se cumpla también con el castigo de esa exhibición chulesca de alusiones a la fuerza empleada para destruir. Para los cargos públicos que la esgrimen como si tal cosa, dimisión o inhabilitación.


(declaraciones en V Televisión)

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